jueves, 3 de julio de 2014

Sin engaños: el éxito del euro es nuestra condena

En los últimos tiempos, especialmente con motivo de las elecciones europeas de mayo, el discurso dominante en los medios y en el panorama político de nuestro país ofrece una visión de la situación económica que varía entre dos posturas aparentemente contrapuestas pero que comparten una aceptación del orden imperante: ninguna se cuestiona el sistema económico ni las reglas que lo sustentan, el euro y los dictados de la “troika”.

Así, la salida a la grave crisis económica y social que sufrimos se encuentra bien en la profundización en el “austericidio” impuesto por la Unión Europea o bien en el establecimiento de medidas de protección social que palien el necesario ajuste por el que debe pasar nuestra economía para volver a la senda del crecimiento. Tanto la primera, defendida por el Gobierno y demás neoliberales (incluido el mismo PSOE), como la segunda, en la que se encuentra la socialdemocracia mayoritaria en el seno de la izquierda, obvian intencionadamente el problema de fondo de la Unión Europea y el euro. Ambas aceptan sin ningún cuestionamiento la estructura de la Eurozona, aunque se mueven entre la resignación de la derecha, que recibe gran parte de los beneficios, y la vana esperanza de reformarla de la izquierda.

Desde los poderes se intenta trasladar que la solución pasa bien por “más Europa” o por “otra Europa”, de forma que se asimile la idea de una construcción incompleta o fallida de la Unión Europea. Sin embargo, dejan de lado una idea que resiste mejor el análisis económico y político: la Eurozona, el euro, ha sido un rotundo éxito, destinado a causar un enorme daño social a la mayor parte de las poblaciones europeas y un beneficio para unas minorías.

Muy pocas voces han denunciado la relación existente entre la crisis en Europa, fruto del proceso de construcción de una superestructura liberal al servicio del capital europeo, y la crisis de régimen del Estado Español.

Digámoslo más claro. Hemos de dejar de engañarnos puesto que no se puede albergar ilusión alguna en el ideal de la Unión Europea y su proceso de integración. Los acontecimientos políticos y sociales en la UE, especialmente en el Sur, después del comienzo de la crisis capitalista mundial en los años 2007-2008, justifican aún más el rechazo político al “proyecto europeo”.

Para entender este discurso, tildado de catastrofista, basta con considerar cuatro aspectos clave:

a) Las medidas de austeridad y las “reformas estructurales” impuestas a la periferia europea son un experimento de “ingeniería social” neoliberal, que recuerdan a los “programas de ajuste estructural del FMI”.

b) Al mismo tiempo, esta austeridad viene acompañada por una negación de la soberanía popular. El estado español es hoy un país con una soberanía limitada, en donde la “troika” (UE, FMI, BCE) impone sus deseos al gobierno.

c) Esta arquitectura europea profundiza la división entre Norte y Sur, estableciendo una relación centro-periferia. Así, la economía española obedece a un nuevo modelo productivo, adaptado a las opciones estratégicas del capital europeo; un modelo que devalúa lo existente en favor de menores costes laborales, inversión en la construcción, el turismo y los servicios, etc.

d) El euro no es el responsable de la crisis en sí mismo, ya que no crea dinámicas que no existan en el capitalismo, pero si es la herramienta de dominación del capital europeo para imponer su modelo económico, encaminado a reproducir una acumulación por desposesión. Es el instrumento que posibilita la tendencia a la desigualdad social y regional en la Eurozona. Podríamos decir que el euro ha facilitado el surgimiento de una Europa neoliberal “a la alemana”, con la complicidad de las burguesías periféricas que han colaborado liquidando el Estado social. Por lo tanto, los desequilibrios en la arquitectura del euro son estructurales e inherentes al proyecto.

Frente a estos datos, se nos ofrecen cantos de sirena apelando a la “modernidad” y a los beneficios obtenidos por España por su pertenencia a la UE, debido a la transferencia de fondos para obras públicas. No obstante, este saldo podría considerarse negativo si valoramos las privatizaciones obligatorias, los déficits comerciales, las dificultades del sector agrícola bajo la presión de la PAC, etc.

Observando este panorama, la única pregunta que cabe sería: ¿es posible aspirar a una salida del círculo vicioso de la austeridad, la recesión y el desempleo, de todas las restricciones institucionales que se imponen a la sociedad española, sin una confrontación directa con la Unión Europea? Y se debería decir claro: no es posible una salida transformadora, dentro del euro y de la arquitectura europea actual. Si no es posible aspirar a ningún programa que proponga una opción social y democrática para nuestro país, es de vital importancia plantearnos la salida del euro, paso inicial para avanzar hacia un nuevo modelo económico y social democrático.

Pero esta idea no está presente en el imaginario de nuestra sociedad; ni siquiera es predominante entre la clase trabajadora. Si analizamos los datos ofrecidos por distintas encuestas europeas, como el informe Transatlantic Trends[i], observamos que el 65% de los europeos, especialmente en el Sur, afirma haberse visto personalmente afectado por la crisis económica y el 82% opina que su sistema económico recompensa desproporcionadamente a unos pocos a expensas del grueso de la población. Al mismo tiempo, el 60% cree que el uso del euro ha sido (o sería en países de fuera de la eurozona) negativo para su economía. Sin embargo, pocos desean abandonar el euro. Cuando a quienes responden que el euro ha sido negativo para su economía, se les pregunta si desean volver a su moneda anterior, la mayoría de ese subgrupo prefiere mantener el euro: el 51%.

Nos encontramos por tanto ante una aceptación del beneficio de la supuesta “modernidad” aportada por la pertenencia a la UE y de la crisis como un mal a asumir. Reconociendo el impacto negativo del euro y de la normativa económica europea, la perspectiva parece pasar por “resistir” hasta que todo vuelva a ser como antes. ¿A qué se debe esto?

La crítica al Euro es habitualmente rebatida, desde el discurso hegemónico neoliberal, apelando al miedo y a la posible catástrofe que conllevaría una eventual salida del euro. Sin embargo, se intenta ocultar la respuesta lógica a este planteamiento falsario: ¿cuáles van a ser las consecuencias de permanecer bajo este estado de dominación? ¿Se puede mantener el sistema euro con estos niveles de deuda? Es una tarea imprescindible que las clases populares adquieran la conciencia del inevitable destino que lleva aparejado el euro y esta Europa. Para ello, no se puede negar las complicaciones que puede conllevar la recuperación de la soberanía pero hay que desmontar el falso discurso de la recuperación.

En un reciente artículo, el economista italiano Giorgio Gattei y Antonio Iero[ii] planteaban una simulación del calendario de devolución de la deuda de Italia durante los próximos 20 años, periodo en el que el Pacto Fiscal (el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza) obliga a reducir al 60% la relación entre la deuda pública y el PIB en todos los países de la Eurozona. Ambos autores señalan el interés de estimar la cantidad del saldo primario, la diferencia entre gastos e ingresos del Estado sin contabilizar los intereses por el pago de la deuda, necesario para llevar la deuda pública al porcentaje del PIB comprometido. Es un simple modelo de simulación que, partiendo de los datos actuales, permite seguir la evolución de la deuda pública y del PIB. La deuda pública crece en función de su tipo de interés medio y tiende a disminuir en virtud de un saldo primario positivo. A su vez, el PIB aumenta en proporción a su porcentaje de crecimiento real y al nivel de inflación. Evidentemente, el modelo deja fuera variables y acciones en la gestión de la liquidez del estado que puedan ocurrir en el futuro.

Podemos trasladar esta simulación al caso español, en base a unas previsiones más que optimistas y sin considerar posibles crisis. Como base de partida asumimos las predicciones de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS) para 2014 y 2015. Sobre esta base, optimista, hemos previsto un crecimiento constante del PIB del 1.6%, el doble del actual, una inflación del 1.5%  y unos tipos de interés del 3%, más bajos que los actuales. De esta manera, se ha calculado a cuánto asciende el saldo primario en las cuentas públicas para poder llegar, en 2033, al objetivo de la relación entre deuda/PIB del 60%.

CALENDARIO DE DEVOLUCIÓN DE LA DEUDA PÚBLICA DE ESPAÑA (MODELO GATTEI – IERO)
(Datos en miles de millones de euros)



El monto total de la deuda seguiría creciendo hasta 2026 para disminuir solamente a partir de ese momento. Pero lo realmente importante es que para alcanzar una deuda pública del 60% del PIB sería necesario obtener (y mantener durante quince años) un saldo primario no inferior al 2,29% del PIB. El saldo primario en ese periodo debería sumar un total de 512 mil millones de euros, con una media de 28 mil millones por año. Esto significa que para cumplir un objetivo crucial y un tratado vinculante, España debería aumentar la presión fiscal y/o disminuir el gasto público para obtener un saldo de 28 mil millones de euros extras al año.
Además, estas medidas conllevarían enormes disminuciones en la dinámica del PIB, que difícilmente podrían mantenerse al ritmo del crecimiento del 1.6% planteado en la hipótesis. Hay que resaltar, por último, que estos objetivos se conseguirían si no ocurren acontecimientos traumáticos en los mercados financieros y en los sistemas económicos conectados con España. Un escenario que momentáneamente no parece verosímil.
¿Es posible llegar a 2033 con ese nivel de daño social? ¿Estamos dispuestos a tolerarlo?

Independientemente de las cifras reales, puesto que nos basamos en predicciones, podemos concluir que esta deuda es impagable y, si se intentara pagar, el grado de sufrimiento social es inimaginable e inaceptable. Es, por tanto, necesario afirmar que la crisis no va a superarse de continuar con estas políticas y que la permanencia en la UE y en el Euro es la condena del Sur de Europa.

Y mostrar esta realidad es una tarea irrenunciable de la izquierda y de los movimientos sociales. No basta con denunciar una UE antidemocrática y autoritaria sin asumir la imposibilidad de su reforma. No es posible luchar por “otra” UE fuera del neoliberalismo, sin déficit democrático, con un BCE solidario y donde la redistribución de los fondos se priorice a los países del Sur de Europa, etc. ¡Esta otra Europa no existe! Las raíces de la actual configuración de la integración europea no se inspiran en sueños sociales, federalistas y democráticos, sino en el corazón del neoliberalismo antidemocrático. Pero lo peor es que a causa de este déficit estratégico se deja abierto el espacio a la extrema derecha para que se apropie del sentimiento euroescéptico.

Es hora de plantear este problema con decisión y audacia, obviando los intereses electoralistas y el peso del discurso hegemónico, para ofrecer una salida veraz a nuestra sociedad. La cuestión del euro debería ser nodal en cada debate sobre el futuro. El problema de esta Europa no es político ni de carácter social. La UE está avanzando a buen ritmo por el único camino que se ha fijado como destino: el desmantelamiento del Estado en beneficio de las oligarquías centroeuropeas y sus cómplices en los países del Sur. No nos engañemos.
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[1] Informe de septiembre de 2013 que analiza la situación europea y transatlántica, realizado por el German Marshall Fund (con la colaboración del BBVA): http://trends.gmfus.org/transatlantic-trends-2013-released/
[2] “La insostenible devolución de la deuda”. http://www.economiaepolitica.it/index.php/politiche-fiscali-e-di-bilancio/linsostenibile-rimborso-del-debito/

Manuel Montejo
Miembro de la Mesa Estatal del FCSM

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