“Yo no creo ya a estas alturas que ninguna fuerza política pueda resolver el problema, la solución es el contrapoder ciudadano”, asegura el excoordinador federal de Izquierda Unida, Julio Anguita.
Fiel al estilo directo que le caracteriza, el impulsor de ‘Frente Cívico: Somos Mayoría’ carga contra los tertulianos de la derecha mediática, contra los corruptos y contra los empresarios de la comunicación, por los que también ha perdido la fe.
Preguntado por cuál es la salida a la situación política y social de nuestro país, y por si Podemos e IU deberían unirse en una misma lucha, Anguita rechaza las palabras ‘frente’ o ‘coalición’. A su juicio, la izquierda debe coordinarse, acordar un programa de 15 medidas y debatirlo con los españoles: todo para crear un contrapoder ciudadano que eche del poder a quienes lo ostentan; todo, en el más puro ejercicio democrático.
¿Significan los resultados de las elecciones europeas el fin del régimen del 78, la caída del bipartidismo?
No, no. Puede serlo, pero no lo es. Puede, hay ahí un embrión, una carga genética que puede conducir a eso, pero a cambio de que se cree y desarrolle el contrapoder ciudadano. Ha sido un aviso. Ante el descalabro electoral, cuando la suma de los votos de lo que podemos calificar izquierda llega casi a igualar lo cosechado por el Partido Socialista, el crecimiento de Izquierda Unida y la irrupción de Podemos les han asustado.
Si no, ¿a santo de qué tanto lenguaraz tertuliano hace esas descalificaciones, lanza esos insultos? ¿A qué santo ‘La Razón’ utiliza expresiones abyectas y llama ‘coletas’ a un señor que es el dirigente, la figura pública más conocida de un movimiento y futuro partido político? Se han desatado las lenguas más viperinas, menos educadas, de la derecha más reaccionaria ¿Por qué? El problema no es que si se juntasen Podemos, Izquierda Unida o Equo les pudieran inquietar, aunque algo les preocuparía. El problema es que este ascenso les muestra lo que puede ocurrir en la calle, lo que han creado, y les da miedo. Eso ha acelerado la decisión del rey. Él ha cumplido el papel en la farsa, en el montaje de la operación.
¿Qué lectura hizo el rey de las elecciones?
No sé qué lecturas hace, en este caso se las hacen al rey, y dice sí o no. No creo que pierda tiempo en cónclaves de discusión política.
Más allá de las calificaciones de la derecha, que se ha apresurado a augurarle una corta existencia a Podemos hablando de izquierda radical y de extrema izquierda… ¿Qué es lo que realmente refleja el apoyo de la gente a Podemos? ¿Qué están diciendo con esos votos?
Todo eso va creando una carga de rabia, de protesta. ¿Usted se da cuenta de lo que pasaría en cualquier otro país si hubiera la décima parte de los ladrones que aquí están todavía medrando? ¿Qué ocurre aquí? Hay una escasa capacidad crítica, que se manifiesta, eso sí, en momentos de rabia, en momentos de cólera, en estallidos.
¿A qué se debe este adormecimiento?
Pues mire usted, ahí tenemos que ver todos un poquito. Las fuerzas políticas -unas muchísimo y otras poquito- y los formadores de opinión, entre los que meto a ustedes, los medios. También a lo que se llama intelectuales orgánicos: catedráticos, escritores, pensadores, etc; los mismos que han ido creando esto.
¿Qué enfoque deberían aportar los medios al respecto?
En los medios no confío mucho. Tienen sus empresarios, y como empresarios están para ganar dinero y para conseguir medrar al aire del poder. ¿Usted entiende no? Hablo de los grandes medios, le doy poca cancha a los medios de comunicación, mientras no haya una ley que vaya contra la concentración de poder y de propiedad de medios de comunicación.
Una ley que garantice la transparencia, y que los medios puedan mantenerse con determinado decoro… Hasta que eso no sea posible yo no confío en los medios de comunicación, mire usted. Hay periodistas sueltos, personas, pero los medios como tales… mientras lo importante sea el ‘share’, el público que hay y que determina los ingresos por publicidad, poco se puede sacar de eso.
Anteriormente ha utilizado la palabra casta. ¿Alude al mismo concepto al que recurre Pablo Iglesias?
Sí, totalmente. Tenga en cuenta que es una expresión que yo he utilizado también muchísimo. Una casta es alguien que tiene unos privilegios que no tienen los demás. El concepto clase es distinto del concepto casta; la clase se define por la propiedad o no de medios de producción y el lugar que se ocupa en la producción económica, mientras que la casta es algo más semejante a la nobleza. Tiene unas prerrogativas… incluso por ley, y por uso y costumbre. Una casta une a individuos de distintas extracciones y procedencias dentro de un ámbito de privilegios expresos y de privilegios tácitos; eso es una casta.
Si uno de sus referentes es Pablo Iglesias, como ha dicho hace poco, ¿qué es Cayo Lara?
Mire usted, para mí ha llegado el momento… ante lo que ha pasado y lo que está ocurriendo, estamos ante una oportunidad para que todos se tengan que entender. Pero por favor: no para hacer un frente de izquierdas, aunque suene muy hermoso. Simplemente para dirigirse a los ciudadanos y decir: aportamos nuestro granito de arena, nuestro programa, que ponemos en común para discutirlo con vosotros, para que vosotros os constituyáis en contrapoder.
Un contrapoder que desaloje democráticamente del poder a los que ahora están ahí. No para corregir, para que haya una desviación, no. Para sustituir en el poder, y eso lo pueden hacer estos colectivos, estas fuerzas políticas. No hay que pensar ya en coaliciones electorales, en frentes retóricos y ampulosos, no. ¿Estamos dispuestos a compartir un programa de cosas inmediatas, razonables, dentro de la ley?. Con la Constitución en la mano se pueden hacer muchas cosas: nacionalizar la banca.
¿Pero esta idea en qué se materializa? ¿Se unirían detrás de unas siglas?
Eso ya vendrá después; tengamos el niño y después le ponemos el nombre. Lo importante sería que la ciudadanía viera a distintos colectivos decir: ‘Señores, nos dirigimos a ustedes en nombre de los 15 puntos que compartimos, sobre los que hemos llegado a un acuerdo. Ahora los queremos discutir con ustedes para que salgan a la calle a defenderlos’. Hay que crear un poder ciudadano en el que nosotros [los partidos] seamos una parte, la levadura de ese contrapoder ciudadano.
Ya lo dije cuando hablé del Frente Cívico: Yo no creo ya a estas alturas que ninguna fuerza política pueda resolver el problema, es el contrapoder ciudadano, estas fuerzas que he citado -entre ellas la mía, Podemos o Equo, las que pueden constituirse en garantes de que el proceso se va a iniciar, para actuar como levadura. Fíjese que palabra estoy utilizando: nada de vanguardia… levadura, simplemente para animar a los ciudadanos desde el ejemplo, desde compartir un programa común que sometan a debate para que la gente se lance a constituirse.
¿Qué pasos deben seguir para ganar un poco más de fuerza y llegar a constituir este contrapoder…?
La fuerza la van a ganar dirigiéndose a la ciudadanía. ¿Vamos a hacer mañana otras elecciones? ‘Ciudadanos, hemos llegado a un acuerdo, estos son los puntos que haríamos sin gobernásemos: el salario mínimo se montaría en tanto, la pensión mínima estaría en tanto, los canales de comercialización serían transparentes de tal manera ¿Qué pasaría con la banca? Haríamos esto ¿Qué pasaría con la deuda pública? ¿Qué pasaría con la vivienda? 15 puntos, esto es lo primero que haríamos.
Y necesitamos vuestra fuerza para que esto sea posible, constituidos en fuerza en torno a 15 puntos que vamos a discutir con vosotros’. Es muy sencillo; muy sencillo de decir, y muy difícil de hacer, porque significa romper los moldes de la política clásica.
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