JULIO ANGUITA GONZÁLEZ
Hace veinte meses que, desde Sabadell, se lanzara una convocatoria a
la mayoría social de ciudadanos y ciudadanas que sufrían en sus personas
o en las de seres queridos o allegados, las consecuencias de la
política neoliberal que de manera creciente se ha venido aplicando en
España desde las últimas décadas. Se partía de una apreciación que los
seguidores de Marx hemos constatado ha tiempo: una cosa es el grupo
social EN SÍ, es decir que existe porque participa de unas condiciones
de vida comunes y similares y otra cosa es el grupo PARA SÍ o lo que es
lo mismo, es el que tiene conciencia de su condición y además se apresta
a luchar para cambiarla. El paso de una situación a otra es, desde
siempre y teóricamente, la tarea de compromiso de las fuerzas políticas,
sociales calificadas como de izquierdas. Nada nuevo, pues.
¿Por qué entonces organizar una tarea que se suponía tenía sus
protagonistas asignados? Por dos razones. La primera es que estamos ante
una situación de excepcionalidad grave; los mecanismos políticos e
institucionales reglados y legitimados por las urnas son inanes ante el
hecho más que evidente de que la Política ha sido transformada en la
esclava del poder económico como en ninguna otra época ha sido. Hasta
hoy esa realidad no había sido teorizada, defendida y aplicada sin
ambages desde las fuerzas políticas del sistema. Y lo que es más grave,
las divinas personas de la trinidad capitalista se han erigido casi
universalmente en los valores dominantes y casi excluyentes para
organizaciones sindicales y políticas que otrora combatían el sistema:
el mercado, la competitividad y el crecimiento sostenido. Y a esa
situación de excepcionalidad debemos añadir otro considerando: el
hundimiento del entramado jurídico-político de la Transición. La
corrupción atraviesa a los tres poderes del Estado y llega hasta las más
altas magistraturas del mismo. El poder ejerce conculcando
permanentemente su propia legalidad.
La segunda radica en la percepción de que la institucionalización y
el devenir de las tareas políticas derivadas de ella se han erigido, con
muy pocas excepciones, en el objetivo único de las organizaciones
políticas. Debido a ello las movilizaciones con calendario fijo se han
transformado en un rito por el que el éxito o el fracaso de las mismas
se miden, casi exclusivamente, por el número de asistentes a los actos
de protesta pero no existe proyecto de continuidad, perseverancia o
estrategia. No obviemos tampoco la creciente deriva de determinados
colectivos sindicales en apéndices del Estado.
Han pasado esos veinte meses y han quedado claras bastantes cosas.
En primer lugar que el Frente Cívico-Somos Mayoría no nació para
competir electoralmente con ninguna fuerza política ni tampoco para
rivalizar con ella en sus tareas y desarrollos organizativos. Hemos
optado por escoger un terreno de acción fuera de la esfera de la
actividad política reglada e institucionalizada. No nos oponemos a ella
ni tampoco la despreciamos sino que simplemente cae fuera de nuestro
campo de acción.
Los hombres y mujeres del PCE y/o de IU que trabajamos en el Frente
Cívico no lo hacemos en nombre de esas siglas o como activistas de las
mismas en un frente de trabajo como otro cualquiera. Nuestra acción (que
en absoluto entra en contradicción con la militancia partidaria) se
centra en otra dialéctica, en otro eje; es decir en la coyuntura
devenida de la excepcionalidad. En el Frente Cívico la tradicional
opción entre izquierda o derecha que ha estructurado los imaginarios
colectivos de la sociedad se ha transformado en la elección entre los de
arriba y los de abajo. Y si se quiere entre el poder económico, social,
político y cultural y nuestra vocación permanente de configurar un
contrapoder con capacidad de oponerse y superar en su momento a aquél.
Consecuencia de todo ello son las formas de organización,
participación y funcionamiento ajenas a la militancia organizada en los
colectivos políticos clásicos. No desdeñamos la organicidad sino que la
entendemos de manera diferente. Debo confesar que ello ha traído
problemas en los primeros momentos de nuestra existencia porque muchas
personas que se acercaban a nosotros y a nosotras creyeron entender que
construíamos una fuerza política de nuevo cuño o un movimiento en
permanente asamblea consultiva.
Nuestro lenguaje, nuestros programas y nuestras propuestas viven de
las necesidades más elementales y perentorias de los componentes de esa
mayoría que aspiramos a que se transforme, por sí misma, en el
contrapoder. Trabajo, protección social plena, vivienda, educación,
salud, etc. son los objetivos por los que luchar desde ya sin más
horizonte teórico, político o axiológico que la solemne Declaración de
DDHH de la ONU o las propuestas y valores contenidos en la Carta de la
Tierra. No ignoramos que el cumplimiento de esos objetivos y esas metas
inciden en las contradicciones del sistema pero lo hacen, no desde el
apriorismo ideológico y político sino desde la experiencia de la lucha
concreta y cotidiana con su consecuente toma de conciencia.
En virtud de ello los hombres y mujeres del Frente Cívico aceptamos
cualquier incorporación personal o colectiva que asuma los fines y los
objetivos compartidos. A nadie le preguntamos de dónde viene sino a
dónde quiere ir.
No pretendo con este escrito otra cosa que clarificar, explicitar y
normalizar lo que somos y queremos seguir siendo. Nuestra vocación es la
de permanente acción de búsqueda de consensos, acuerdos, sintonías y
proyectos que incidan en la construcción de esa mayoría social capaz de
generar el cambio de paradigma. En función de ello renunciamos a
protagonismos, primeras filas o posados en las cabeceras de las
fotografías mediáticas. Creemos que un trabajo como este conlleva una
importante capacidad de renuncia a egos. Lo que importa es el objetivo.
He creído importante que en las páginas de la prensa oficial de mi
partido aparezca una información que ayude a clarificar las dudas que
hubiere. Desde mi pertenencia orgánica al PCE señalo solemnemente que el
Frente Cívico es el trabajo al que dedico y dedicaré mis esfuerzos
prioritarios. Las razones ya están dadas. Nadie elucubre con fantasías.
mundoobrero.es
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