Colectivo Prometeo. FCSM
En
la década de los 50, ejerció de alcalde de Sevilla Jerónimo
Domínguez y Pérez de Vargas. Marqués del Contadero. De este
aristócrata contaba Antonio Burgos una jugosa anécdota. Sus
elitistas amigos del Aero Club, al enterarse del nombramiento
dijeron:
“Ea,
que Momo Contadero era tonto nada más que lo sabíamos aquí, pero
ahora, por culpa de Franco, se va a enterar Sevilla entera...”
Sin
querer reproducían con la broma una idea presente en múltiples
refranes: basta con poner el foco público en un personaje para que
éste se retrate tal como es. De ahí dichos tipo “cuando
un tonto coge un carril, se acaba el carril y sigue el tonto”
porque el obtuso empecinado seguirá contra viento y marea, erre que
erre; o que “si
quieres conocer a fulanillo dale un carguillo”
pues éste, con mando en plaza, destapará el tarro de sus esencias.
Resulta
curioso -y desalentador a la vez-, comprobar cómo en Córdoba el
primer espada municipal, en dura competencia con su propia ineptitud,
se empeña día tras día en encarnar aforismos como los antes
mencionados, cegado por su visceral odio a la iniciativa del Rey
Heredia.
Si
tras cinco meses la Acampada Dignidad se ha convertido en una
referencia de la Córdoba solidaria y con valores humanos, lo ha
conseguido pese
a
los denodados esfuerzos del señor Nieto por cargársela.
Al
munícipe no lo frenan los daños que sus actuaciones puedan provocar
a las decenas de adolescentes y niños que asisten a clases gratis de
apoyo, ni el centenar de personas que comen dignamente gracias a la
iniciativa. Tampoco el apoyo que miles de cordobeses han dado a la
recuperación del Centro participando en talleres, lecturas,
conferencias, debates, asambleas o auto inculpándose.
Como
una caricatura del malo de la película, el alcalde-gavioto no duerme
tranquilo si no intenta su mala
acción semanal contra el Rey Heredia.
Entre las trastadas más sonadas: cortar el agua para que no
funcione la cocina o conseguir que en estos momentos sean ya catorce
los imputados por su denuncia en el Juzgado.
Ayer
miércoles 19, coincidiendo con su onomástica, intentó la última:
cortar la luz.
Si lo que quería era un recordatorio por su santo, lo tuvo. Fueron
muchos voluntarios a quienes su nombre, convenientemente adjetivado,
se les vino a la cabeza mientras trasladaban los congeladores con la
comida al local de la CNT, para evitar que los alimentos se
deteriorasen. Evidentemente, la actividad sigue con normalidad pese a
su inquina.
Sus
acciones recuerdan cada día más la táctica de los “asustaviejas”,
los acosadores inmobiliarios. No le importa bordear la coacción.
Todo sea por la patria que emerge tras su curioso concepto de
“defender el patrimonio público”. El mismo regidor que quiere
privatizar toda empresa o ente municipal que pueda ser jugosa para un
empresario, perdón, emprendedor voraz, el mismo político que apoya
que la Iglesia haya inmatriculado por unos pocos euros (gracias a una
ley a la carta a su favor) un monumento que es de todos como la
Mezquita, ve una aberración y un ataque inadmisible a su autoridad
que la ciudadanía haya recuperado un edificio al que se estaba
dejando caer en la ruina.
El
mal funcionamiento de nuestro sistema político se manifiesta de
nuevo cuando una persona, un partido, una ideología, dedican tan
poco tiempo a frenar el empobrecimiento planificado de la mayoría y
tantos esfuerzos a intentar destruir un proyecto colectivo como el de
la Acampada Dignidad.
El
delito cometido es reivindicar sin bajar la cabeza y no pedir
limosna. Mostrar el camino que pretenden ocultar: la mejor manera de
conservar un derecho es luchando para que no te lo quiten. Y es lo
que han conseguido introducir en el añejo discurso político
iniciativas como el extremeño Campamento, la cordobesa Acampada y
están difundiendo por todo el territorio las Marchas de la Dignidad
que en estos instantes avanzan hacia Madrid, jaleadas y animadas por
la mayoría ciudadana, donde el sábado confluiremos en una
movilización que se prevé histórica.
Algo
ha fallado cuando se ha utilizado el poder político para ahondar la
brecha social y permitir que unos pocos se enriquezcan a costa del
resto. Un cáncer que debe ser urgentemente extirpado amenaza a una
sociedad cuando, en el mejor de los casos, las autoridades electas
miran hacia otro lado o en el peor contribuyen directamente al asalto
de la riqueza pública para privatizarla.
Hace
unos años ya intuíamos lo que sabemos hoy con certeza: la derecha
depredadora puede cambiar de rostro, ser más o menos amable, más o
menos populista, más o menos nostálgica del franquismo, pero no se
moverá nunca de sus dos pilares de referencia: fanatismo
religioso-ideológico y darwinismo social.
En
Córdoba, al igual que en el resto de España, antes que optar por
Razón e Ilustración, preferirán elegir Oscurantismo y Papanatismo.
Conscientes de la escasez propia, siempre estuvieron contra las
Luces. Por ello la querencia a intentar cortársela a los demás.
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