Julio Anguita
La Historia es fecunda en momentos en los que un pueblo, un grupo
humano o una personalidad, han tenido en sus manos la posibilidad de
cambiar el curso de los acontecimientos o de profundizar con éxito en lo
que su esfuerzo, aunado con el azar de la coyuntura histórica, le ha
ofrecido.
Pero también son numerosas las veces que la indecisión, hija de
tantos padres, ha abortado la culminación de la empresa con la que los
dioses se han visto obligados a recompensar la lucha, la constancia, el
sacrificio y la sed de justicia de tantos y tantas.
Aníbal, vencedor de los romanos en Cannas (216 a.C.), tuvo la
posibilidad de entrar en Roma que, apenas sin defensas, hubiese sido
para el cartaginés la prenda de su victoria definitiva en la guerra y un
cambio total en el decurso histórico.
El propio Tito Livio (59 a.C.-13 d.C.), historiador romano, reconoció
que la indecisión del general victorioso, y su renuncia consiguiente a
coronar su éxito, significaron una ocasión perdida. Años después,
rehechos los ejércitos romanos, Escipión el Africano infringió a Aníbal
en Zama (202 a. C.), la derrota que puso fin a la segunda guerra púnica y
con ello al poder de Cartago.
Constituye objeto de reflexión entre historiadores conocer y explicar
las razones que llenaron de dudas al cartaginés y le produjeron la
consiguiente indecisión que al final supuso su derrota. No es
descabellado suponer que se sintió preso de lo que hoy en día
denominamos miedo escénico. Roma, la odiada y vencida Roma, estaba ahí, a
un paso. Sin embargo, el odio había magnificado al adversario hasta los
límites del respeto supersticioso.
No podía ser posible que la realidad coincidiese con los deseos tan
largamente alimentados por su padre, Amílcar. Le faltó ese punto de
osadía genial que siglo y medio después exhibiera Julio César al
decidirse a pasar el Rubicón.
La indecisión es un estado de padecimiento mental en el que los
sentimientos, las dudas y las razones están fuertemente confrontados
entre sí.
Y ello, que constituye una experiencia dolorosa cuando el conflicto
se circunscribe a lo estrictamente personal, se convierte en tragedia
social si la indecisión afecta a fuerzas sociales y políticas a quienes
los acontecimientos que por otra parte ellos han protagonizado, les
otorgan la capacidad de explotar un triunfo.
En éste último caso, el de la indecisión ante la asunción de las
consecuencias de la propia obra, son dos las razones que, a mi juicio,
los protagonistas deben considerar para acabar con la parálisis y la
frustración derivada de ella.
La primera no es otra que la conciencia de los sufrimientos,
esfuerzos, luchas y anhelos de aquellos y aquellas que desde distintas
opciones y visiones han originado la situación presente. Y la otra
consiste en tener en cuenta la causa común.
Una causa que desde instancias plurales y varias no es otra que el
acabar con un estado de cosas injusto e hiriente y, además, tomar el
protagonismo en el diseño, aplicación y desarrollo de una realidad
alternativa.
Pudiera ser que la supuesta indecisión no fuera tal y la situación de
aparente inacción obedeciera a cálculos sobre las posibilidades de
acceder en solitario a una parcela de representación en los escenarios y
ámbitos del hasta ayer adversario. En tal caso no están de más las
palabras de Cervantes por boca del más universal de sus personajes. Dice
D. Quijote:
Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los
obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo
más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil,
equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor
derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el
rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia y el esfuerzo
para ser mejores en ser perfectos; y sobre todo la disposición para
hacer el bien y combatir la injusticia donde quiera que estén.
Las elecciones del pasado 25 de Mayo han visualizado un hipotético y
posible escenario político y social tenido por casi imposible hasta
ahora, la fuerte pérdida de votos del bipartidismo. Recordemos la subida
de IU, la consecución de escaño por parte de Primavera Europea (Equo, Compromís, Chunta Aragonesista y otros) y la irrupción fulgurante de Podemos.
Las alarmas se encendieron ya que la traslación de esos resultados a
unas elecciones generales, dibujaba el declive del sistema político de
la segunda Restauración Borbónica, la Transición. Porque, además,
aquellos resultados venían precedidos por una serie de movilizaciones
sociales y manifestaciones políticas de carácter alternativo y novedoso.
Por primera vez las urnas empezaban a adecuarse a la calle. La lucha
política y social de una parte de la izquierda institucional se vio
dimensionada a otros ámbitos de actitud crítica y analítica ejercidos
básicamente en la cotidianeidad social.
El 15-M, las Mareas, la Plataforma contra los desahucios, las
acciones de los perjudicados por los fraudes bancarios, las marchas y
campamentos por la dignidad, los permanentes posicionamientos de las
organizaciones ecologistas contra las políticas de agresión al medio
ambiente y la atmósfera de crispación ciudadana ante tanta corrupción,
tuvieron su corolario en la jornada del 22-M.
Una ocasión memorable que no sólo demostró la capacidad de
autoorganización de la ciudadanía sino que mostró su voluntad de volver a
hacerlo con mayor fuerza, organización y alcance logístico.
Desvincular lo anterior de los resultados electorales constituiría
una gravísima equivocación que tiraría por la borda tantas luchas y
tantos sacrificios personales y colectivos.
El conjunto social que poco a poco se ha ido concretando como base de
su constitución en contrapoder de la mayoría, no puede autoamputarse de
uno de sus dos instrumentos de avance en la construcción de la
alternativa: la lucha social y la política; Y ambas con la mayor unidad
posible. Lo contrario sería suicida.
A los tres meses de aquellas elecciones sus resultados y sobre todo
sus enseñanzas, parecen olvidados. Tanto por unos como por otros.
La incesante lista de casos de una corrupción que es la esencia del
sistema, las vísperas electorales con sus nervios y pérdida de capacidad
analítica junto con la campaña contra Podemos en particular y
contra los portadores de propuestas alternativas en general, como IU y
otros, están generando una atmósfera de olvido. Y peor que eso, la
pérdida de referencias y memoria. Pero volvamos al 25 de Mayo.
El bipartidismo es muchísimo más que el ejercicio del poder
institucional por el PP, el PSOE y los apoyos, cuando interesan, de las
fuerzas conservadoras nacionalistas. El bipartidismo es, esencialmente,
el mecanismo político a través del cual el Poder ejerce su hegemonía.
Dentro del espacio constituido por los intereses de ese Poder, están
permitidos los debates, las confrontaciones partidarias, las
declaraciones acres de unos contra otros y las especulaciones
permanentes sobre cuál de los dos pilares del sistema va a ganar las
próximas elecciones. Todo está permitido menos un par de cosas.
La una es el cuestionamiento de los fundamentos del sistema. Es el
caso de la llamada política de Estado: OTAN, UE. Troika, Reformas
laborales, fiscalidad regresiva, inacción contra una corrupción de la
que se participa o, sin ir más lejos, la reforma del artículo 135 de la
Constitución; y así un largo etc.
La otra prohibición estriba en que no haya otra fuerza política que
aparezca como tercer sujeto político en igualdad con los otros dos. Y
muchísimo menos si ese tercero o cuarto aparecen como alternativa
parcial o total al sistema. La jauría mediática será implacable. Todo
vale.
Por eso constituye un error seguir planteando desde la izquierda
alianzas estratégicas con uno de los componentes del bipartidismo, el
PSOE; es pedir peras al olmo.
Otra cosa son las coyunturas tácticas inmediatas y en cuestiones
locales o generales que no afecten al núcleo duro del sistema o
expliciten las diferencias y pugnas entre los miembros del bipartito y
en las cuales, la elección de alcaldes por ejemplo, se debe participar
para avanzar y ganar posiciones sociales y políticas.
Quiero decir que intentar construir una alternativa al sistema
teniendo como socio a un integrante del bipartito, no sólo es un error
sino un caso de miopía culpable.
Como dije anteriormente las movilizaciones y posteriores elecciones
europeas demostraron que el bipartidismo podía ser derrotado. Podía,
pero nada más, Se abría una brecha en el muro otrora inaccesible e
inexpugnable.
El problema para la Alternativa es entrar, sustituir y ejercer con la
mayoría ciudadana el protagonismo en el cambio. El bipartidismo sigue
estando fuerte, el Poder ya ha diseñado, con la abdicación de Juan
Carlos, una nueva reedición del pacto constitucional que intente
protagonizar los siguientes decenios de la vida económica, social,
política y cultural española..
El Gobierno goza de los apoyos del Poder y se beneficia también de la
“entente” con la otra columna política del sistema en las ya comentadas
“políticas de Estado”. Puede rehacerse. Sin embargo carece de tres
soportes fundamentales: credibilidad, legitimidad de ejercicio y tiempo.
Sin embargo éste último soporte puede recuperarlo en la medida en que
nosotr@s lo dilapidemos y no sepamos explotar el factor sorpresa. No
obstante alguien puede preguntar: ¿A quién te refieres cuando dices
“nosotr@s”?
Nosotr@s somos l@s que priorizamos la aplicación de los DDHH por
encima de cualquier otra consideración económica, social o política. Y
junto a esos derechos priorizamos también los del planeta Tierra.
Nosotr@s somos l@s que nos consideramos hart@s y asquead@s de tanta
corrupción y de tanta injusticia social. Nosotr@s somos quienes estamos
en permanente actitud de sumar fuerzas, aunar proyectos, coordinar
luchas y sobre todo, nosotr@s somos l@s que trabajamos para que la
mayoría social se erija en contrapoder democrático.
Y si alguien demanda una visualización de siglas y nombres, nosotr@s somos, por una parte, los que dialogamos sobre el ¿Qué hacer? en Córdoba los días 7 y 8 de Marzo de este año:ATTAC, Equo Frente Cívico, IU, Podemos y Stop Deshaucios.
Particularmente también considero de nostotr@s a las otras
organizaciones, colectivos, plataformas y fuerzas sociales o políticas
que, teniendo una ejecutoria de lucha, decidan dar el paso para
constituirse en referente colectivo de la Alternativa. Y entre ellas, de
manera destacada, a las que me he referido más arriba como confluyentes
en el 22-M.
El Poder y su manifestación política, el bipartidismo, tienen un
discurso con el que golpean una y otra vez a la opinión pública: Europa,
la crisis, los mercados, la recuperación y el empleo, la primacía de lo
privado sobre lo público, el “orden democrático”, etc.
Bien es verdad que su discurso más rotundo lo constituyen los hechos
consumados. Y si hay alguna distonía entre ellos, no es otra que el
silencio sobre las corrupciones propias y la denuncia de las del otro u
otros integrantes del sistema.
La historia nos enseña que en las confrontaciones sociales y
políticas con voluntad de dirimir y superar una situación, la
confrontación es total, a todos los niveles. Y si el adversario tiene un
discurso, nosotr@s debemos oponerle otro.
Si el adversario se refugia en las “leyes indiscutibles de la
economía”, nosotr@s debemos ofrecer otra alternativa económica que palie
y acabe con los destrozos de la economía oficial.
Si ellos se refugian en los resultados electorales, nosotr@s debemos
aglutinar a la mayoría social para que ella dirima el conflicto. Todo
ello, claro está, si nosotr@s al sentirnos integrantes de esa mayoría
queremos verla constituida en contrapoder.
Es urgente que nosotr@s nos sintamos ligados por algo más que las
coincidencias en calles, concentraciones, protestas y acciones varias.
Todo ese mundo, plural, vario y a veces disperso que somos, no puede
seguir apareciendo como el catalizador del inconformismo y la acción
cívica subsiguiente.
Seguramente nos ganaremos simpatías, apoyos morales y complicidades.
Pero se trata de superar eso transformándolo en adhesiones comprometidas
con una propuesta que oponer al discurso oficial.
Creo que ha llegado el momento de que esa fuerza a la que he
denominado nosotr@s se reconozca y la reconozcan por algo más que la
unión de los disconformes. Nos falta una propuesta que, a mi juicio, se
compone de tres partes: programa, discurso y lenguaje didáctico.
Sé, porque es evidente que cada organización de todas las que nos
vemos en las movilizaciones tiene propuestas, programas y discurso. La
cuestión estriba en que cada uno de ellos se subsuma en uno común que
sea la identificación del nostr@s más allá de la protesta. Un programa
común que para nada suprima, margine u olvide al de cada uno.
Un programa, mínimo común que la opinión pública comience a reconocer
como la contrapropuesta capaz de aglutinar a la mayoría. Imaginemos que
cada organización es capaz de compartir con las demás una partitura,
una melodía. Esa partitura sonará, única, aunque interpretada por cada
instrumento. Unidad y pluralidad.
Conozco muchas de nuestras propuestas y he llegado a la conclusión de
que sería muy fácil elaborar 10, 15 ó 20 puntos comunes que abordando
las necesidades perentorias de la mayoría, concitase en torno a ellos
las adhesiones e incorporaciones para construir una identidad que oponer
al discurso oficial.
Propuestas de aplicación inmediata, posible, generadoras de la
necesidad evidente de otros pasos y otras medidas en el proceso de ir
construyendo la Alternativa. Cada fuerza o colectivo podría exponer o
defender sus propuestas pero priorizando la propuesta que constituye la
identidad compartida. Se trata, en definitiva, de tener claro que un
programa es mucho más que un listado de deseos.
En situaciones como ésta la importancia del programa común no puede
hacer olvidar la necesidad de un discurso también común. Un discurso que
para que sea fácilmente compartido debe ceñirse a las cuestiones éticas
y morales que están pidiendo solución.
El discurso de la ejemplaridad, la persecución implacable de la
corrupción y de las prácticas atentatorias contra el erario público y
las nuevas formas de hacer política forman parte de un discurso y de
unas medidas que deben conformar el conjunto de valores de la mayoría,
tanto en el poder como en la oposición.
Y digo poder porque en mi universo mental no cabe la demanda de votos
o apoyos para que alguien gire a la izquierda o a los cambios sociales;
esa época por suerte ya acabó. Ahora se trata del poder para ejercerlo
con la mayoría.
Y queda una última cuestión que no por ello es la menos importante.
Muchas veces el lenguaje de consignas, quejas y agravios hace perder,
por su agresividad y formulación esquemática, el interés, la curiosidad o
la comprensión. La comunicación es extraordinariamente importante.
Se trata de persuadir, convencer, explicar y hacer lo aparentemente
difícil, cercano, accesible, compartido. Esta fase de la lucha debe
significarse por la preeminencia de las razones que conduzcan a que la
mayoría se constituya como tal.
¿Significa todo lo anterior que estoy proponiendo una candidatura
electoral única? En el momento en que escribo estas líneas no lo veo
probable. Otra cosa son los deseos y las esperanzas.
Sin embargo, la ausencia, por ahora, de esa fase de conjunción
electoral, no es óbice para la defensa común del discurso común en
momentos puntuales, el que haya varias candidaturas; cada una de ellas
puede presentarse como garantía de que el programa se va a aplicar
(además de los puntos específicos de cada uno) y de que se seguirá
trabajando por la unidad a mayores niveles.
Pudiera ser que ante la inmediatez de unas próximas elecciones parte
del nosotr@s se organice entre sí y con amplia participación ciudadana
con el objetivo de acceder a las instituciones para demostrar que hay
otras formas de hacer política. Bienvenidas sean esas experiencias
inmediatas. Sin embargo no conviene olvidar, para el futuro, la meta de
conseguir una fuerza social cohesionada sin detrimento de su pluralidad.
A esa tarea debemos dedicar todos nuestros esfuerzos; la ocasión es
propicia. La lucha debe continuar y así desembocar en otro 22-M, también
pacífico, con otros objetivos y otra estrategia que conduzca al cambio
radical: social, político y de valores.
L@s que no participaremos en procesos electorales, por decisión firme
del Frente Cívico, seguiremos trabajando por esa unidad y las formas en
que social y políticamente se manifieste.
Desde esa opción hacemos un llamamiento para que lo que han
representado el 22 de Marzo y el 25 de Mayo no sea flor de un día y pase
a ser un dato más en la larga lista de las ocasiones perdidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario