Ignacio Postigo Martinez
Carta de un joven a los buenos y a los malos españoles.
Buenas tardes, España:
Permitid que, en primer lugar, me disculpe por titular de forma tan provocativa esta pequeña carta que he querido enviaros. Yo también soy un febril amante de los buenos modales pero, en esta ocasión, he decidido dejar de lado el comportamiento civilizado que mis padres me han inculcado (¡a pesar de ser "sólo obreros"!), y llamar a las cosas por su nombre a lo largo de estas líneas.
Empezaré por hilar las cosas desde el principio con la esperanza de que, tal vez, haya al menos una conciencia que se remueva al leer esta misiva. No soy ni joven ni viejo, pues como diría Allende "hay jóvenes viejos, y viejos jóvenes", pero he acumulado suficientes años sobre mis hombros como para entender el mundo que me rodea, e incluso para enojarme al hacerlo. Así que, con "la épica nobleza castellana, y el ansia altiva de los grandes hechos", he querido dejaros constancia de mi absoluto enfado y contaros los motivos de mis desvelos.
Cuando se firmó el Tratado de Maastricht, allá por los años 90, yo apenas había empezado a vivir. No sabía de aquellas cosas, sino sólo de juguetes y sonrisas familiares. Pero otras personas, mucho mayores que yo, advirtieron entonces del cataclismo que sobrevendría tras aquel acuerdo. Por mi parte, crecí en completa ignorancia, como deben hacer todos los niños: ser felices. Ya habrá tiempo para desdichas. Tuve la suerte de nacer en una familia pobre pero honrada y trabajadora, amante de la libertad pero no del libertinaje; situada "más allá del Bien y del Mal" a causa de múltiples avatares históricos a lo largo de su existencia como linajes separados. Gracias a estas circunstancias, y a otras a las que no sería necesario acudir para que me entendáis, pude yo acudir a la escuela (pública y privada) y, a la vez, crecer como persona mediante las lecciones morales y éticas de mis padres.
¡Qué alabanzas y loas deberían cantar los que, como yo, han tenido esta suerte! No sólo me dieron una educación, sino que me ENSEÑARON a pensar: antes de cumplir 18 años, ya sabía distinguir a buenos y malos gobernantes, sabía diferenciar entre buenos y malos proyectos políticos. Entre quienes mienten, y quienes mienten aún más. Fui a la Universidad (¡a pesar de los denodados intentos de la casta política, que pretendían lo contrario para mí y los que eran como yo!), y aprendí más de lo que nunca hubiera imaginado. Entonces estalló la crisis.
Hablan de crisis económica, crisis financiera o crisis global. Y lo hacen utilizando tales términos con total impunidad y de forma eufemística, para enmascarar la verdad. Una verdad que hunde sus raíces en Maastricht y que, como ya he dicho, mucha gente advirtió en aquel entonces. Incluso habrá quienes, en un exacerbado argumentario ideológico, lleguen a exponer razones que rebusquen más allá de aquel Tratado, que unía a países tan dispares como España y Alemania bajo una política de igualdad... ¡sin haber asegurado previamente esa igualdad! Igual que pasa con cualquier mentira, aquella fantasía de equiparación europea se convirtió en una bola de fantasmas y utopías, y echó a rodar sin que nadie hiciese nada para frenarla o desviarla de su rumbo. Todos, sin excepción, se dedicaron a alimentarla, a hacerla aún más grande. Una mentira lleva a otra, y a otra, y a otra.
Dicen que estamos ante una crisis económica, sistémica y global. Que el pueblo llano ha vivido por encima de sus posibilidades, a pesar de tener el Salario Mínimo Interprofesional más bajo de Europa. Que los recortes en Sanidad y Educación son necesarios, pero que la Iglesia y sus privilegios son intocables. Que hacen falta menos funcionarios, pero que la figura de la Monarquía es inamovible. Que hay que perseguir el fraude fiscal del pequeño empresario que no emite facturas como debería, pero que hay que regalar todo tipo de licencias a lupanares de dimensiones épicas como Eurovegas. Que hay que pagar un Euro por receta médica, mientras que hay que regalarles ordenadores portátiles a los parlamentarios. Que los abortos son contrarios a la voluntad de Dios, pero que los suicidios por desahucios sólo son "lamentables". Que el jubilado debe cobrar menos, pero que el Senado debe tener una página web terriblemente cara, acorde con la naturaleza ostentosa y disfuncional de dicha Cámara. Que nosotros, los jóvenes más preparados de nuestra Historia, abandonamos España en busca de trabajo porque queremos conocer las "bondades" de las fiestas en otros países, como si fuésemos Willy Fog.
Sí, nos dicen que es una crisis económica, sistémica y global. Pero en realidad se llama ESTAFA, se llama MENTIRA, se llama ALTA TRAICIÓN. No obstante, parece que eso no os importa, malos españoles. Os llenáis la cara con los colores de la bandera, gritáis hasta quedaros roncos, y hacéis sonar las bocinas cada vez que la Selección de fútbol marca un gol. Seguís tumbados en el sillón, viendo programación basura y quejándoos de lo mal que está la situación. Sí, sois unos asquerosos descerebrados. Todos vosotros, que no movéis ni un dedo para arreglar este desaguisado. Preferís no pensar, ¡y esa es la mayor victoria del GRAN ENEMIGO! ¿Dónde queda ese orgullo patrio, ese ardor guerrero, de los que SE DICEN españoles? ¿Dónde están los que derribaron la monarquía y trajeron la democracia hace 80 años? ¿Dónde quedan aquellos que dieron al mundo un idioma tan rico y prolífico, lleno de increíbles pensadores y autores? ¿DÓNDE ESTÁ ESPAÑA AHORA? ¡Bebiendo cerveza en el bar, jugando al dominó o, peor aún, VIENDO CANALES DE TELEVISIÓN QUE LES MANIPULAN Y LES BARREN EL CEREBRO!
Sí, nos dicen que es una crisis económica, sistémica y global. No obstante, es mentira. Muchos buenos españoles andan gritando en las manifestaciones (esas a las que vosotros, malos españoles, no vais nunca) que los culpables tienen nombre y apellidos. Nos amenazan con el terrible "Mercado", como si fuese el Hombre del Saco que vendrá de madrugada a matarnos si no nos endeudamos y pagamos esas deudas, pero es un ídolo falso y hueco. No es una crisis monetaria ni financiera. Es una CRISIS DE IDENTIDAD. Hemos olvidado qué y quiénes somos. Por eso os animo a que gritéis conmigo, de cara a la Moncloa, el mensaje más claro que podemos darles:
"SOMOS EL PUEBLO, SOMOS MAYORÍA, Y OS DECLARAMOS CULPABLES"
Buenas tardes, España:
Permitid que, en primer lugar, me disculpe por titular de forma tan provocativa esta pequeña carta que he querido enviaros. Yo también soy un febril amante de los buenos modales pero, en esta ocasión, he decidido dejar de lado el comportamiento civilizado que mis padres me han inculcado (¡a pesar de ser "sólo obreros"!), y llamar a las cosas por su nombre a lo largo de estas líneas.
Empezaré por hilar las cosas desde el principio con la esperanza de que, tal vez, haya al menos una conciencia que se remueva al leer esta misiva. No soy ni joven ni viejo, pues como diría Allende "hay jóvenes viejos, y viejos jóvenes", pero he acumulado suficientes años sobre mis hombros como para entender el mundo que me rodea, e incluso para enojarme al hacerlo. Así que, con "la épica nobleza castellana, y el ansia altiva de los grandes hechos", he querido dejaros constancia de mi absoluto enfado y contaros los motivos de mis desvelos.
Cuando se firmó el Tratado de Maastricht, allá por los años 90, yo apenas había empezado a vivir. No sabía de aquellas cosas, sino sólo de juguetes y sonrisas familiares. Pero otras personas, mucho mayores que yo, advirtieron entonces del cataclismo que sobrevendría tras aquel acuerdo. Por mi parte, crecí en completa ignorancia, como deben hacer todos los niños: ser felices. Ya habrá tiempo para desdichas. Tuve la suerte de nacer en una familia pobre pero honrada y trabajadora, amante de la libertad pero no del libertinaje; situada "más allá del Bien y del Mal" a causa de múltiples avatares históricos a lo largo de su existencia como linajes separados. Gracias a estas circunstancias, y a otras a las que no sería necesario acudir para que me entendáis, pude yo acudir a la escuela (pública y privada) y, a la vez, crecer como persona mediante las lecciones morales y éticas de mis padres.
¡Qué alabanzas y loas deberían cantar los que, como yo, han tenido esta suerte! No sólo me dieron una educación, sino que me ENSEÑARON a pensar: antes de cumplir 18 años, ya sabía distinguir a buenos y malos gobernantes, sabía diferenciar entre buenos y malos proyectos políticos. Entre quienes mienten, y quienes mienten aún más. Fui a la Universidad (¡a pesar de los denodados intentos de la casta política, que pretendían lo contrario para mí y los que eran como yo!), y aprendí más de lo que nunca hubiera imaginado. Entonces estalló la crisis.
Hablan de crisis económica, crisis financiera o crisis global. Y lo hacen utilizando tales términos con total impunidad y de forma eufemística, para enmascarar la verdad. Una verdad que hunde sus raíces en Maastricht y que, como ya he dicho, mucha gente advirtió en aquel entonces. Incluso habrá quienes, en un exacerbado argumentario ideológico, lleguen a exponer razones que rebusquen más allá de aquel Tratado, que unía a países tan dispares como España y Alemania bajo una política de igualdad... ¡sin haber asegurado previamente esa igualdad! Igual que pasa con cualquier mentira, aquella fantasía de equiparación europea se convirtió en una bola de fantasmas y utopías, y echó a rodar sin que nadie hiciese nada para frenarla o desviarla de su rumbo. Todos, sin excepción, se dedicaron a alimentarla, a hacerla aún más grande. Una mentira lleva a otra, y a otra, y a otra.
Dicen que estamos ante una crisis económica, sistémica y global. Que el pueblo llano ha vivido por encima de sus posibilidades, a pesar de tener el Salario Mínimo Interprofesional más bajo de Europa. Que los recortes en Sanidad y Educación son necesarios, pero que la Iglesia y sus privilegios son intocables. Que hacen falta menos funcionarios, pero que la figura de la Monarquía es inamovible. Que hay que perseguir el fraude fiscal del pequeño empresario que no emite facturas como debería, pero que hay que regalar todo tipo de licencias a lupanares de dimensiones épicas como Eurovegas. Que hay que pagar un Euro por receta médica, mientras que hay que regalarles ordenadores portátiles a los parlamentarios. Que los abortos son contrarios a la voluntad de Dios, pero que los suicidios por desahucios sólo son "lamentables". Que el jubilado debe cobrar menos, pero que el Senado debe tener una página web terriblemente cara, acorde con la naturaleza ostentosa y disfuncional de dicha Cámara. Que nosotros, los jóvenes más preparados de nuestra Historia, abandonamos España en busca de trabajo porque queremos conocer las "bondades" de las fiestas en otros países, como si fuésemos Willy Fog.
Sí, nos dicen que es una crisis económica, sistémica y global. Pero en realidad se llama ESTAFA, se llama MENTIRA, se llama ALTA TRAICIÓN. No obstante, parece que eso no os importa, malos españoles. Os llenáis la cara con los colores de la bandera, gritáis hasta quedaros roncos, y hacéis sonar las bocinas cada vez que la Selección de fútbol marca un gol. Seguís tumbados en el sillón, viendo programación basura y quejándoos de lo mal que está la situación. Sí, sois unos asquerosos descerebrados. Todos vosotros, que no movéis ni un dedo para arreglar este desaguisado. Preferís no pensar, ¡y esa es la mayor victoria del GRAN ENEMIGO! ¿Dónde queda ese orgullo patrio, ese ardor guerrero, de los que SE DICEN españoles? ¿Dónde están los que derribaron la monarquía y trajeron la democracia hace 80 años? ¿Dónde quedan aquellos que dieron al mundo un idioma tan rico y prolífico, lleno de increíbles pensadores y autores? ¿DÓNDE ESTÁ ESPAÑA AHORA? ¡Bebiendo cerveza en el bar, jugando al dominó o, peor aún, VIENDO CANALES DE TELEVISIÓN QUE LES MANIPULAN Y LES BARREN EL CEREBRO!
Sí, nos dicen que es una crisis económica, sistémica y global. No obstante, es mentira. Muchos buenos españoles andan gritando en las manifestaciones (esas a las que vosotros, malos españoles, no vais nunca) que los culpables tienen nombre y apellidos. Nos amenazan con el terrible "Mercado", como si fuese el Hombre del Saco que vendrá de madrugada a matarnos si no nos endeudamos y pagamos esas deudas, pero es un ídolo falso y hueco. No es una crisis monetaria ni financiera. Es una CRISIS DE IDENTIDAD. Hemos olvidado qué y quiénes somos. Por eso os animo a que gritéis conmigo, de cara a la Moncloa, el mensaje más claro que podemos darles:
"SOMOS EL PUEBLO, SOMOS MAYORÍA, Y OS DECLARAMOS CULPABLES"
Aplaudo tan acertada reflexión. Lamentablemente esa "crisis" que nos han impuesto, se está pagando con el dolor del pueblo llano al que pertenecemos, mientras los arribistas interesados de la casta, se mantienen ajenos al dolor, pues salvan su culo siempre y no participan de los recortes que imponen. Confío en que la lucha justa consiga poner a cada cual en su lugar.
ResponderEliminarSin quitar mérito a tu aguda reflexión, yo me quedo mejor con estas:
ResponderEliminarhttp://elartilleroilustrado.blogspot.com.es/2012/12/bombardeo-por-saturacion-sobreindignado.html
http://elartilleroilustrado.blogspot.com.es/2012/10/cual-es-mi-opinion-es-valida-es-la.html
Mientras no nos demos cuenta de que el capitalismo provoca periódicamente estas situaciones y que de lo que se trata es de acabar con ese sistema, estaremos dando palos de ciego.
ResponderEliminarA menos que se entienda que el sistema capitalista es una estafa permanente.
Estoy de acuerdo con lo que pone en esa carta. Con todo. Y también con lo de que el capitalismo genera estas situaciones, con una salvedad.
ResponderEliminarEl tan abominado por algunos "comunismo", ha sido rechazado frontalmente como sistema porque trajo pobreza y falta de libertades al pueblo, mientras que algunos se aprovechaban de la situación... pero si analizamos las bases del comunismo, hablan de un mundo perfecto y maravilloso.
Con el neoliberalismo capitalista sucede lo mismo. En teoría, pretende premiar el esfuerzo y la iniciativa propia de las personas para luchar por una sociedad común mejor... la idea en sí no tiene tan mala pinta.. hasta es bonita... pero al aplicarla, el resultado ha sido el mismo que cuando se aplicó el comunismo....mucho aprovechado y una pérdida irreparable de libertades y bienes para el pueblo.
Teniendo en cuenta vuestras reflexiones y esta reflexión propia, que he resumido mucho, quizás demasiado, veo que si luchamos contra el sistema, primero debemos estar muy unidos, y maduros, cosa que en cuanto me asomo a la calle veo que no sucede, porque como dice el compañero, hemos perdido nuestra identidad luchando por ver quién es el dueño de la bandera.
y segundo, debemos tener una alternativa común y mayoritaria. Desde luego somos mayoría los afectados por esta alta traición, pero no tenemos una alternativa que sea apoyada mayoritariamente por todos estos afectados...unos siguen amparados en su ignorancia viendo la tele cada día, otros piensan que la solución es seguir al capitalismo hasta donde nos lleve porque un giro en otro sentido sería un suicidio, y otros como yo piensan que hay que cambiarlo todo empezando por las leyes, los dirigentes y la justicia, pero no acertamos a ver como conseguirlo, porque no nos sentimos apoyados ni caminando en una misma dirección.
Y yo sólo sería felíz si pudiese encontrar esa alternativa, ese punto de unión, si me sintiese rodeado por personas honestas que luchan por un bien común y por defender la honradez por encima del dinero de de cualquier tipo de egoismo, pero no es así.
Escucho las noticias y veo sinvergüenzas, voy al trabajo y veo sinvergüenzas, observo demandas de divorcio o problemas con comunidades de vecinos o cosas diarías de este tipo y veo sinvergüenzas.... y lo peor de todo, es que siempre se les acaba perdonando para que no haya mal rollito... de forma que acaban siempre saliéndose con la suya. Vas a un colegio y ves que está lleno de niños sin educar, vagos y sin más ilusiones que las materialistas, a los que todo el mundo pretende que el colegio les eduque, cuando el colegio lo único que puede hacer es enseñarles materias y conocimientos, pero no educarles, porque los únicos que tienen influecia sobre ellos para conseguirlo son sus ídolos, sus padres.
Hasta en mi entorno más cercano veo gente a la que he querido mucho y que acaba dándome la espalda, sólo porque ahora les interesan otros contactos y otros valores para poder conseguir lo que quieren y no tienen el valor suficiente para admitir que se han vendido, es más fácil tacharme a mí de desagradable... no hay amor propio ni dignidad ni firmeza.
ESTAMOS ANTE UNA CRISIS DE HONESTIDAD MUY GORDA¡¡¡¡¡¡
Y sinceramente, no sé si tendrá solución, voy a manifestaciones, asambleas, intento concienciar a todo el que conozco, pero no veo que mi esfuerzo sea eficaz.
Pero si a alquien se le ocurre una forma eficaz de lucha conjunta, con la que verdaderamente podamos cambiar las leyes y castigar al deshonesto de una puñetera vez de forma que de una puñetera vez esté bien visto, contad conmigo.
Un saludo.
Muy de acuerdo con todo, Ignacio. También con lo que dice la anterior persona: Todo esto viene de que la mayoría, por no decir todos, a nivel individual y colectivo, nos hemos creído toda la propaganda en la que nos hemos criado. Y nos hemos dejado modelar llevados por el egoísmo.
ResponderEliminarY como los egoístas ricos servidos de unos pocos egoístas inteligentes y unos pocos más egoístas "poco escrupulosos" siempre podrán mantener dominados a los demás egoístas, así nos vemos ahora.
Pero...
Mira que decir que la última república fue una democracia... La segunda república, como la primera, fue la solución que encontraron los políticos de siempre al agotamiento del sistema anterior, al agotamiento de la monarquía por ausencia o por simple incapacidad del monarca de turno.
Ausente Amadeo, que se vio solo en un nido de víboras (monárquicas) e incapaz Alfonso, que nunca demostró otra capacidad que la de rodearse de aduladores y traidores. O la de lucrarse en Marruecos.
Pero vamos, que la segunda república en concreto no fue más democrática de lo que había venido siendo el turno de partidos de antes de Primo de Rivera. De ahí que la gente se desesperase. Porque muchos habían tenido una breve esperanza y se les acabó en cuanto vieron que cambiaba muy poco. Como volvió a pasar en 1937, cuando volvieron a ver que la revolución de Julio de 1936 de ser no ya solo popular, sino incluso una democracia económica en algunos sitios, se quedaba en la continuación del abuso de unos pocos con carné de partido sobre los trabajadores.
O sea, lo de siempre, pero con otros. La diferencia con otros regímenes es que se recordó la esperanza de los primeros tiempos y esa esperanza, incluso frustrada, quedó protegida de la decepción por la intensa capa de silencio de los cuarenta años de represión del siguiente régimen.
Para evitar que vuelva a ocurrir lo mismo una vez más lo recomendable es ser mucho más pacientes que nuestros abuelos y bisabuelos. Yo no quiero una democracia dentro de 24 horas. La quiero hacer desde hace varios decenios. Pero como veía lo que hay alrededor, sabía que tendríamos que llegar a momentos como los que vivimos para que muchos despertasen.
Y aún así, todavía queda una inmensa mayoría de personas con el cerebro plano, monocorde. Desde los que se resignan a todo lo que les pase a los que, pase lo que pase, seguirán colaborando con nuestros tiranos por unas simples migajas.
¿Hace falta que todavía lo pasemos peor? Es terrible, pero quizá sí haga falta. Y aún así no pocos saldrán con las mismas soluciones de los años 20 del siglo XX y el cuarto de siglo del XIX: Nacionalismo, raza y las gloria perdida hace siglos. La nostalgia para que no cambie nada.
Amigos, os veo muy pesimistas y la situación, desde luego no es para echar cohetes, pero no nos queda más remedio que hacer de tripas corazón y sacar afuera nuestra indignación, nuestra rabia y nuestra voluntad de cambiar las cosas. El cambio ha de venir por nosotros mismos, los ciudadanos, pues cualquier otro origen del cambio ya sabemos que significará más de lo mismo. A estas alturas podemos decir con convicción que lo sabemos por experiencia.
ResponderEliminar¿Cual debería ser nuestro objetivo como pueblo?, recuperar el poder, que nunca hemos tenido, no nos engañemos.
¿Cómo tenemos que recuperar el poder? la vía es abrir un proceso constituyente para redactar una constitución nueva en la que el pueblo sea el autentico depositario de la soberanía y nadie más que el pueblo. En virtud de la cual nadie, ningún político, pueda tomar decisiones contrarias a nuestros intereses, como están haciendo cada día y van a seguir haciendo.
¿Qué es lo inmediato? lo inmediato es que todos los movimientos y mareas sociales actuales que están reclamando la solución de sus problemas específicos (que no van a ser resueltos porque no hay marcha atrás)se unan en reclamar el verdadero marco absolutamente necesario para abordar la solución para nuestros problemas, UN PROCESO CONSTITUYENTE PREVIO A UNA NUEVA CONSTITUCIÓN. En esta confluencia o unión es en lo que debemos volcar toda nuestra energía haciendo que la presión ciudadana se concentre en este objetivo, dejando de lado el resto de las diferencias, tanto ideológicas como de cualquier otro tipo. Necesitamos que la gran mayoría de la población demande esto. A ningún ciudadano corriente, sea conservador o progresista, le gusta ni le interesa perder derechos y servicios de sanidad, educación, acceso a la justicia, paro, etc. Disculpad por haberme extendido y un saludo a todos.