lunes, 20 de julio de 2015

El problema de Europa: Alemania ha vuelto

http://www.cuartopoder.es/tribuna/2015/07/17/el-problema-de-europa-alemania-ha-vuelto/7344

Fiódor Dostoievski es uno de los escritores que mejor ha retratado los aspectos más oscuros de la condición humana. En un pasaje memorable de Los hermanos Karamazov, cuenta la historia de un rico propietario que vivía retirado en su hacienda, asistido por sus criados y entregado a sus aficiones, entre las que se hallaba la caza. Un buen día, el hijo de uno de sus siervos, un niño que no tenía más de ocho años, lanzó una piedra a su perro de caza favorito, hiriéndole en una pata y provocando la ira del amo. Con el fin de castigarlo, congregó a la servidumbre en un descampado y encargó a los perreros que dispusieran la jauría para una jornada de caza. A continuación, hizo traer al niño y ordenó que lo desnudaran delante de todos. Aterrorizado por la situación, el niño echó a correr por el descampado y el viejo lanzó en su persecución a los perros, que en pocos minutos despedazaron al muchachito ante la mirada horrorizada de su madre, obligada a contemplar la escena. El castigo ha sido siempre un instrumento para disciplinar e infundir temor a los oprimidos. El desenlace de la crisis griega demuestra que continúa siéndolo.


El reparto de papeles encaja perfectamente en el molde narrativo trazado por Dostoievski: Grecia aparece como una víctima que ha sido sacrificada para dar ejemplo a los países de la periferia. Su delito, haber desafiado las políticas de austeridad impuestas por la Unión Europea en las elecciones del 25 de enero y, más recientemente, en el referéndum del 5 de julio, con el apoyo de movilizaciones masivas y una creciente solidaridad internacional. El castigo, un draconiano plan de ajuste que entierra la voluntad popular bajo una nueva oleada de privatizaciones, subidas de impuestos, reformas laborales y recortes en las pensiones públicas, a cambio de asistencia financiera para atender vencimientos de deuda y recapitalizar el sector bancario. Por supuesto, Alemania es la dueña de la hacienda, a la que todos obedecen y sirven fielmente como vasallos. Los pueblos del sur de Europa contemplan estupefactos la insensata humillación de Grecia, evocando el atemorizado rostro de los siervos que aparecen en el relato de Dostoievski.

Lo peor es que el plan de ajuste no resuelve absolutamente nada, empeora la situación de Grecia y está condenado al fracaso. Por lo pronto, el aumento del IVA y la mayor represión salarial abocan a un agravamiento de la crisis, que dura ya más de un lustro. Desde el punto de vista financiero, el problema de la deuda también se agravará a medida que la situación se deteriore y el descenso de la actividad anule los efectos de la reforma fiscal que se ha comprometido a aprobar el Gobierno. Así lo ha reconocido el FMI en un informe confidencial que se ha filtrado a la prensa apenas unas horas después de la suscripción del acuerdo con las instituciones europeas. Según este informe, Grecia necesita un período de carencia no inferior a 30 años y una drástica extensión de los vencimientos para el pago de su deuda. De lo contrario, afirma el FMI, la deuda griega alcanzará el 200 por ciento del PIB en los dos próximos años, lo que probablemente supondrá un grave deterioro en la sostenibilidad de la misma y exigirá una reestructuración a gran escala en forma de quitas en los préstamos contraídos con los acreedores.

Desde el punto de vista político, el acuerdo convierte a Grecia en una colonia alemana privada de soberanía. Causa dolor y pena ver a Alexis Tsipras convocar apresuradamente al Parlamento para ratificar leyes impuestas por una potencia extranjera, utilizando los mismos procedimientos de urgencia que Syriza criticaba hace muy poco tiempo. Causa auténtica vergüenza leer el texto del acuerdo, que obliga al Gobierno griego a “consultar y acordar con las Instituciones todos los proyectos legislativos […] con suficiente antelación antes de someterlos a la consulta pública y al Parlamento”. Ni siquiera se respeta la reciente Sentencia del Tribunal Constitucional que declara la inconstitucionalidad de los recortes en las pensiones públicas por entender que privan a los jubilados del derecho a una vida digna y contravienen la Constitución del país. Definitivamente el Tratado de Maastricht y la aparición del euro han hecho emerger instancias soberanas detentadas por las grandes potencias europeas, singularmente Alemania, que ejercen un poder materialmente constitucional con capacidad para imponer reformas sustanciales en las legislaciones de otros países.

Las consecuencias del giro político que se ha producido en Grecia son de gran alcance y no pueden subestimarse. Alexis Tsipras, una de las figuras más significativas de la izquierda europea, se expone a un grave deterioro de su credibilidad que trae a la memoria el caso de Zapatero, convertido en un cadáver político tras plegarse a las exigencias de la Troika aquel infausto 10 de mayo de 2010. La ruptura de Syriza augura una derrota electoral de la izquierda o tal vez un vuelco parlamentario en favor de una nueva coalición gobernante, sin que pueda excluirse la posibilidad de un gobierno tecnocrático. Tras la derrota de Syriza en el proceso negociador, queda la desilusión por la política y la resignación ante el poder de una Unión Europea dirigida con mano de hierro por el Estado alemán y puesta al servicio del capital monopolista y financiero. La postergación del programa electoral sancionado en las elecciones y el clima de xenofobia alimentado por los medios de comunicación favorecen el ascenso de fuerzas antidemocráticas y podrían abrir la puerta a la extrema derecha.

En cualquier caso, la dureza del castigo infligido a Grecia trasciende las fronteras de este pequeño país mediterráneo. Ya hemos visto que el castigo es siempre disuasorio, y no debería olvidarse que, en apenas unos meses, España afrontará las elecciones generales más importantes de su historia reciente. Había que humillar y derrotar a Tsipras para enviar un mensaje concluyente a nuestro pueblo: o se aceptan las políticas de austeridad y se vota en consecuencia, o se afronta la expulsión del euro, el colapso bancario y el aislamiento completo del país. Poco importa que esta amenaza sea cierta o que se trate de un farol para atemorizar a la población. La idea es provocar, por así decirlo, una derrota preventiva de las fuerzas populares que concurrirán a las elecciones del próximo otoño, y muy especialmente de Podemos, extendiendo el miedo entre quienes aparecen como potenciales votantes del cambio. Paul Krugman ha expresado esto con singular claridad, señalando que ser miembro de la zona euro “significa que los acreedores pueden destruir su economía si se sale del redil”.

Los pueblos de Europa tienen ante sí una disyuntiva que no es nueva en su atribulada historia: someterse al último intento de colonización patrocinado por el establishment alemán, o enfrentarse a él. Si eligen lo primero, países como el nuestro transitarán rápidamente hacia la dependencia y el subdesarrollo; si eligen lo segundo, deberán luchar con inteligencia, coraje y no pocas dosis de audacia. Por fortuna, el yugo de la moneda única y la necesidad de enfrentarse a la Unión Europea se perciben ahora con mucha más claridad, delineando una frontera política basada en la recuperación de la soberanía que la izquierda no debería despreciar. Es muy posible que, en un futuro cercano, se produzca un reordenamiento de los alineamientos políticos alrededor de esta idea, señalando el sesgo autoritario y oligárquico de un sistema de dominio hegemonizado por Alemania. Finalmente, debemos reconocer que la crisis griega ha mostrado al mundo el verdadero problema de Europa: Alemania ha vuelto y lo ha hecho para quedarse.
(*) Manolo Monereo. Polítólogo y militante de IU, es autor del blog de cuartopoder Carta al Amauta.
Héctor Illueca es doctor en Derecho e Inspector de Trabajo y Seguridad Social.